Entrevista a Luis Artigue, autor de Club de la Sorbona

02/05/2013

Realizada por Alianza Editoral, abril 2013.

 Club La Sorbona es una novela esencialmente humorística. ¿En tiempos de crisis busca una vía de escape a través del humor?

El humor hemos de procurar que, en alguna medida, esté siempre en lo que hacemos tanto en tiempo de crisis como en tiempo de calma, pues es el aditamento que nos sintoniza el cuerpo con las ganas de luchar, de vivir y de añadir vida a la vida. Pero no hay duda de que las épocas de crisis son propicias para los retos y el afán de superación. Por eso yo, consciente de que le debía una novela al lugar en el que nací, y también de que, como dejó escrito Valle-Inclán, en literatura lo más difícil es el humor y la poesía lírica, me puse el reto de escribir una novela en la que hubiera mucho humor, algo de poesía, un poco de autobiografía y un alto nivel de invención.

¿Qué referencias literarias o culturales han sido las más importantes en la concepción de la novela?

Club La Sorbona se propone algo imposible: hallar el mínimo común múltiplo entre el esquema de las novelas-enigma de Agatha Christie, el humor magnético de John Kennedy Toole y Eduardo Mendoza, el mundo arraigado e intemporal de Miguel Torga y Antonio Pereira, el realismo con impregnaciones fantásticas de Julio Cortázar y José María Merino y la poesía dramática de Valle-Inclán… Sí, esta novela se propone fracasar maravillosamente.

Las trotamundos de alterne, la psicología, la medicina alternativa, la pedagogía, el teatro, una investigación detectivesca, y Mozart… ¿Cómo se pueden llegar a relacionar y conjugar a la vez todos esos elementos?

La prestigiosa teórica de la literatura y profesora de la Universidad de Toronto Linda Hutcheon, en su obra Poética del Postmodernismo, señaló como principales características de la ficción postmoderna la parodia y la estructura pastiche (los cuales son en verdad dos elementos muy útiles a la hora de representar el mundo de hoy). En efecto vivimos tiempos vertiginosos en los que la realidad parece haber sido sustituida por la actualidad, y tales tiempos no proceden por decantación sino por acumulación. Por eso a mi juicio la novela del hoy, como la vida hoy, no ha de presentar un solo tema sino atender argumentalmente a esa diversidad y esa multiplicidad que conforman nuestra identidad y nuestro día a día… En esta ocasión la argamasa que relaciona y conjuga esos temas es el humor entendido como una refinada invitación a la embriaguez prudente… O no tan prudente.

La novela crea un mundo muy particular que usted parece conocer muy bien ¿cuánto del todo se basa en hechos reales?

Nací y crecí con apacible idealismo en el marco en el que transcurre esta novela, pero lo he representado según lo veo reflejado en los espejos del callejón del esperpento… Es como coger la naturaleza básica de alguien, y distorsionarla, y aumentarla. Es como disimular la autoficción.

En Club La Sorbona aparecen y desaparecen muchos personajes diferentes, ¿tiene especial recuerdo de alguno en concreto?

La maestra doña Enriqueta –homenaje sentido a las maestras rurales de la Institución Libre de Enseñanza- es uno de mis personajes favoritos de este libro, seguido muy de cerca por un curandero y sanador de alma constelada llamado Arnau. En ambos, además de un conmovedor interés por los otros y por lo otro, hay un aspecto que me interesa mucho: han hecho de la austeridad algo tremendamente seductor.

La historia utiliza un lenguaje muy elaborado mezclando lo culto con lo popular, ¿ha sido compleja la escritura y la mezcla de registros?

Esa mezcla, representada sobre todo en la confrontación del victorianismo del detective inglés Mr. Tatel con las meretrices y los rudos lugareños, creo que no se manifiesta tanto en la narratividad en sí como en los diálogos. Tal vez un novelista es en esencia un escuchador de voces. El contraste de las voces en esta novela hacen gracia porque provienen en buena medida de la escucha o no han perdido esa frescura. De hecho, observando el deambular investigador y deductivo de Mr. Tatel de noche en noche y de prostíbulo en prostíbulo, el lector podrá darse cuenta de que se habla mucho del humor inglés, pero, en realidad, los ingleses no tienen sentido del humor: es que son así y nos hacen gracia.

¿Volverá al universo de Violincia en el futuro?

Ojalá. Pero sea así o no yo lo que quiero es seguir enfrascado en alguna lucha creativa de cierta dimensión.

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