El rastro
El corazón, dice Pascal, tiene razones que la razón desconoce. Este conocido aforismo del filósofo francés medula la novela de Margo Glantz, como si se tratara de manera literal de un andante con variaciones: los personajes se reúnen en un velorio y, en procesión pueblerina, se dirigen a la iglesia del convento local donde oyen misa de cuerpo presente antes de trasladarse al cementerio local, situado en un valle rodeado de montañas; entre ellos, casi anónima, Nora García, la protagonista, de regreso en el pueblo_ después de una larga separación_ para asistir la velorio de Juan, su ex marido, músico como ella, quien acaba de morir de un infarto de miocardio.
El corazón, el verdadero centro del relato y de la vida, reloj humano que mide con perfección nuestro tiempo corporal y a la vez se nos presenta como el órgano del deseo. ¿No decía Roland Barthes que el corazón de hincha, se rompe, desfallece, igual que el sexo?La vida, dice el tango, es una herida absurda. Nora garcía la va viviendo como un derrumbe, una pulverización, aunque también como la posibilidad de empezar de nuevo, en esta excelente novela de la prestigiosa escritora mexicana Margo Glantz.