El rey tahúr
Reino de Navarra. Año del Señor de 1188. Tudela, la villa que alberga la Corte, vive un momento de efervescencia décadas después de que Alfonso el Batallador arrebatara su dominio a los musulmanes. El fuero nuevo ha atraído a cientos de pobladores foráneos a un lugar donde todo está por hacer: la alcazaba se está transformando en castillo y sede real, el barrio de la morería crece extramuros, las iglesias se levantan por doquier, de la mano del Císter surgen monasterios y conventos y las poderosas órdenes de caballería financian su presencia en Tierra Santa con las encomiendas de las fértiles tierras del Ebro.
Las obras de la nueva colegiata avanzan y se hace preciso ocupar el solar de la antigua mezquita. Nicolás, un joven aprendiz de cantero de origen borgoñón, trabaja en su demolición cuando el pavimento parece ceder bajo sus pies. Regresa durante la noche para descubrir una cripta oculta bajo el antiguo mihrab y, en ella, al parecer olvidada, una arqueta musulmana con un ajado pergamino en su interior. Será el descubrimiento que marque no solo su propio destino, sino el de todo aquel que tenga conocimiento de su existencia, el del propio reino de Navarra y, a la postre, el de toda la Cristiandad.