El secreto y las voces
El jefe de policía de Malihuel recibe de sus superiores la orden de eliminar a Darío Ezcurra, uno de los habitantes del pueblo. El caso no debería ofrecer mayores dificultades, salvo por algunas cuestiones prácticas: ¿Cómo mantener en secreto el asesinato de a un vecino conspicuo en un pueblo donde todos se conocen? ¿Cómo desanudar la trama de relaciones en la que el jefe de policía y la víctima se hallan inextricablemente involucrados? ¿Cómo, en suma, llevar adelante una versión pueblerina del crimen perfecto?
Veinte años después, el Fefe, protagonista de El secreto y las voces, vuelve al pueblo de su madre y sus abuelos, el de los veranos de su infancia, con el propósito de escribir una novela sobre la desaparición de Darío Ezcurra. Fefe recorre Malihuel casa por casa, recogiendo testimonios. Las voces de sus interlocutores, voces que niegan o que confirman, que se acusan o acusan a otros, que se retuercen sobre sí mismas en su esfuerzo por encontrar la verdad o por huir de ella, y que en sus ecos y entrecruzamientos van dibujando en sus ecos y entrecruzamientos la figura de un secreto compartido que todos tratan de evitar y al que por eso no pueden dejar de aludir. Y llegará el punto en que Fefe deba admitir que la historia que le cuentan es, también, la suya propia.