Las puertas del mal
Año 1276. Jaume I, por la gracia de Dios rey de Aragón y Cataluña, de Valencia y Mallorca, conde de Urgell y señor de Montpellier, agoniza enfrentado a su hijo, Pere, y en un clima de insurrección que amenaza sus territorios.
En esos días, el caballero templario Guillem de Montclar regresa a Cataluña, descalabrado y burlado tras una aventura, iniciada a espaldas de los suyos, que no ha acabado como debiera…
«Tened cuidado, joven, las puertas del Mal se han abierto.»
Mientras se repone de las heridas en una casa de la Orden en Girona, custodiado por quien le acompañara en tan malhadada peripecia, el fidelísimo Jacques el Bretón, «la mula más temible del Temple», Guillem se ve accidentalmente involucrado en la investigación de una serie de crímenes atroces, asesinatos obra de una mente retorcida y todopoderosa…
«Las penalidades le habían fortalecido y le acercaban al Señor de la Oscuridad. (…) El camino del Mal había sido fácil de seguir.»
… crímenes que recuerdan poderosamente lo ocurrido en esa misma ciudad quince años atrás.
El de Montclar no emprende las pesquisas en solitario, diversas circunstancias le llevarán a rodearse de un equipo heterogéneo y capaz integrado por la monja bernarda Saurina de Vilaritg, su hermano templario Galcerán, el franciscano Durán de Navata y, por supuesto, su alumno, Ebre, quien en el camino ha encontrado una suerte de ángel de la guarda, Guitart, un almogávar que provoca tanto miedo como seguridad infunde.
Siguiendo pistas que, además de abrir caminos remueven conciencias, el grupo llega a un misterioso libro bella e inquietantemente iluminado: El bestiario del Unicornio.
«Y cada página arrancada del libro, a la vez que destruye, crea alguna cosa que no tiene vuelta atrás. Y al mismo tiempo, esa página arrancada podría absorber la fuerza de la víctima que le acompaña.»
Guillem y quienes en este descenso a los infiernos le acompañan saben que conforme avance, se adentrarán en una realidad donde actúan fuerzas que escapan a la razón humana. Pero su condición de religiosos no les impide percatarse de que, más allá de las apariencias, quien actúa no es el mismísimo demonio. Si acaso, uno de sus sicarios, que ha adoptado la forma de Unicornio…
«Sólo hay una forma de apresarlo, y (…) nunca será un hombre quien lo haga. Según la leyenda, es imprescindible la ayuda de una mujer pura, virgen de mente, de corazón y de cuerpo.»
… y quienes de él se sirven para sus terribles propósitos.